Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 11 de marzo de 2023

TERCERA PALABRA «MUJER, AHÍ TIENES A TU HIJO..., AHÍ TIENES A TU MADRE»

 


No es una escena sentimental inventada por algún poeta cristiano para conmover a los hombres. No se trata del guion cinematográfico de una terrible tragedia. Lo dice expresamente el Evangelio: «Stabat iuxta crucem Iesu Mater eius»: «Estaba junto a la cruz de Jesús, su Madre». Lo dice expresamente el Evangelio. ¡Pobrecita! Lo ha contemplado todo. Ha visto cómo desnudaban a su divino Hijo. Ha sentido en su carne virginal el dolor profundo del divino Mártir cuando le taladraban las manos y los pies para coserlos al madero de la cruz- Ha escuchado su primera y segunda palabras llenas de perdón, de amor y de misericordia. Ve que se está muriendo de sed en medio de espantosos tormentos.

Cuando matan a un corderuelo, apartan a la pobre ovejita para que no lo contemple, María tiene que estar allí. ¡Tiene que estar allí! Estaba predestinado por Dios. ¡Qué maravillosa antítesis o paralelismo antitético: Adán-Eva, Cristo-María! Adán nos perdió a todos con la complicidad de Eva, Cristo nos salvó a todos, iba a decir, con la complicidad de la Santísima Virgen María. Tenía que ser la Corredentora de la humanidad y lo fue. Por eso permaneció de pie en lo alto de la colina del Calvario, junto a la cruz de Jesús. Martirio inefable. Absolutamente indescriptible. ¡Pobrecita! ¡¡Cómo hubiera querido abrazarse a la cruz, para socorrer a su divino Hijo! Pero la apartaron brutalmente. No la dejaron acercar.

En nuestro Museo del Prado hay un cuadro magnífico que representa a San Bernardo indeciso, vacilante. No sabe qué hacer. Tiene delante un gran Crucifijo y a la Virgen Santísima de los Dolores contemplándole. El artista ha sabido recoger genialmente el instante en que San Bernardo no sabe dónde mirar, si a Cristo o a la Virgen, a la Virgen o a Cristo.

Son dos estrofas de una única sinfonía. Son dos episodios de un mismo drama, del drama redentor. La Santísima Virgen María, la Corredentora de la humanidad, contemplando el martirio inefable de Nuestro Señor, mezclando las lágrimas virginales de sus ojos purísimos a las gotas de sangre que iban corriendo desde lo alto de la cruz. Son dos aspectos de un mismo y gigantesco drama.

La Virgen María es nuestra Corredentora. Nos salvó juntamente con Nuestro Señor Jesucristo. Pero ¡a precio de qué dolor! El martirio de la Santísima Virgen María es incomparablemente más trágico que el sacrificio que se le pidió al Patriarca Abraham cuando Dios le ordenó inmolar a su hijo Isaac. Porque el Patriarca Abraham era el padre, no la madre; y porque el sacrificio que se le pidió fue solamente intencional: no llegó a consumarse. En el Calvario no es el padre, sino la Madre, y el sacrificio se está consumando trágicamente. Y no de un golpe, sino gota a gota. ¡Martirio inefable! «Oh, vosotros los que cruzáis por los caminos de la vida, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor».

No pudo abrazarse a la cruz de Jesús. Estaba prohibido terminantemente acercarse a la cruz de los ajusticiados, y la soldadesca seguramente apartaría con un gesto brutal a la Santísima Virgen si en algún momento quiso intentarlo. Pero estaba cerquita, y Jesús podía dirigirle la palabra sin levantar demasiado la voz. Imaginemos la escena, señores. Sería mejor que callásemos, que rompiésemos a llorar, que nos pusiéramos de rodillas... Pero yo tengo que reproducir la escena en la forma que pueda, con mi palabra torpe y vacilante. Jesús estaría contemplando desde lo alto de la cruz, a través de sus ojos cargados de sangre, a la Virgen María, imagen viviente del dolor en su máxima expresión. Allí estaba la Corredentora del mundo. ¡Cómo se aumentarían los dolores internos de Jesucristo viendo sufrir a su Madre santísima de manera tan espantosa! Pero Él tenía que permitir aquello. Tenía que permitirlo, porque estaba decretado por Dios: una primera pareja, Adán y Eva, perdieron al mundo; una segunda pareja. Cristo y María, tenían que salvarlo. Tenían que estar allí los dos, y El, obediente a la voluntad de su Eterno Padre, consentía en el martirio de su Madre santísima; y la Santísima Virgen María tenía que consentir y aceptar el martirio de Jesús, su Hijo inocente, para salvarnos a nosotros, los hijos de traición.

Pero Jesús la tenía muy cerquita, la miraba con inefable dulzura. ¡Cómo sería la última mirada que Nuestro Señor Jesucristo dirigió a su Madre queridísima! Cosas inefables, señores. Para caer de rodillas. Para callar. ¡Cómo la miraría!

Y le dijo: «Mujer, ahí tienes a tu hijo...», Y fijándose en Juan, el discípulo amado: «Ahí tienes a tu Madre».

Esta fue la tercera palabra, la tercera frase que pronunció Nuestro Señor Jesucristo en la cruz, vamos a explicarla un poco. El sentido literal, material, tal como suenan las palabras, era sencillamente éste: un buen hijo que está cumpliendo el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, que nos manda honrar al padre y a la madre. Sabía que iba a morir dentro de breves momentos, San José había muerto ya. La Santísima Virgen María no tenía a nadie en este mundo. Quedaba completamente sola. Y pensando en su Madre, pensando en el porvenir humano de su Madre, cumpliendo maravillosamente el cuarto mandamiento de la Ley de Dios, pensando en Ella como buen Hijo, exclama: «Mujer, ahí tienes a tu hijo».

¿Por qué le dice «mujer» y no «madre»?.,. Ah, señores, qué maravilloso episodio. El Evangelio es divino, no sobra ni falta una sola palabra. ¿Por qué dijo mujer y no madre?

Dos son las interpretaciones principales que se pueden dar, y las dos son maravillosas.

En primer lugar, para no atormentarla más. ¡Madres que me escucháis, las que habéis perdido a un hijo en la flor de su juventud! ¿Recordáis? Cuando se os moría por momentos, cuando con los ojos moribundos os dijo por última vez: «¡Madre!», ¿os acordáis? ¡Cómo se os grabó en el alma aquella palabra, qué espina tan aguda! La tenéis todavía clavada en el corazón. La palabra «madre» en un hijo moribundo es como una puñalada, como una saeta que se clava en el corazón. Y Jesucristo, para no hacerla padecer más, para no atormentarla más con esa palabra tan dulce, tan tierna, tan delicada, para no destrozarle todavía más aquel corazón sangrante, renuncia a la dulzura de llamarla «Madre», y le dice: «¡Mujer!».

Pero, además, Cristo pronunció esa palabra para fiarnos a entender a todos que Ella era la «mujer».

En la mañana del Viernes Santo, Poncio Pilato. Procurador romano, sin saber lo que decía, pero cumpliendo los designios de Dios, señaló a Jesucristo: «Ecce homo»: ahí tenéis al hombre. ¡AI Hombre! Al prototipo de la humanidad noble, elevada, santa, sobrenatural. ¡Ahí tenéis al hombre; al prototipo del hombre!

Y Nuestro Señor Jesucristo, desde lo alto de la cruz, replica: ¡Ahí tenéis a la mujer! Al prototipo, al ideal más sublime de la mujer.

María era la mujer predestinada, la mujer por excelencia, anunciada ya en las primeras páginas del Génesis, el primer libro de la Sagrada Escritura. Al relatar la escena del paraíso terrenal, cuando Dios se dirige indignado a la serpiente infernal, que había seducido a nuestros primeros padres, le dice: «Pondré enemistades entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. El linaje de la mujer aplastará tu cabeza y tú le pondrás asechanzas a su calcañal».

Era María la mujer anunciada en el libro del Génesis, en la aurora del mundo, en el primer día de la humanidad. ¡Ahí tenéis a la mujer!

«¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!» Juan será tu hijo. Él se encargará de tu sustento. Yo me voy a mi Padre, pero no te dejaré huérfana en el mundo. Juan se encargará de ti.

Y dirigiéndose con inefable ternura a Juan: «Hijo, ahí tienes a tu Madre». Era como decirle: ¡Cuídamela bien..., cuídamela bien..., es mi Madre y también la tuya!

«¡Hijo, ahí tienes a tu Madre!».

¡Cómo la recibiría San Juan! Aquel joven apóstol, que ya la adoraba por ser la Madre de Jesús, cuando se sintió dueño de aquel tesoro que le había dejado en testamento su divino Maestro, ¡cómo la recibiría junto a su corazón de hijo! ¡Qué perla! ¡Qué joya le dejó Nuestro Señor en testamento al evangelista San Juan, a su discípulo amado, al discípulo virgen! La Madre Virgen, para el discípulo virgen. La pureza encomendada a la pureza. ¡Cómo recibiría San Juan a la Santísima Virgen María, cómo se la llevaría a su casa, con qué cariño la trataría! ¡Cómo la mimaría, con una ternura más que filial!


Fr. Antonio Royo Martín O. P.





sábado, 4 de febrero de 2023

ORACIÓN DE DON BOSCO A NUESTRA MADRE

 


¡Bendita Virgen María, mi principal defensora y mediadora!, yo miserable pecador, el más indigno y el más pequeño de tus sirvientes, humildemente postrado ante Ti, confiado a tu bondad y misericordia, y animado por un gran deseo de imitar tus Hermosas virtudes, te elijo hoy por mi madre, rogándote que me recibas en el número de la suerte de tus queridos hijos. Hago una donación total e irrevocable de mí mismo. Recibe mi protesta de la gracia. Me gusta la confianza con que me abandono en tus brazos. Dame tu protección materna a lo largo de mi vida y particularmente a la hora de la muerte, para que mi alma, liberada de los cordones del cuerpo, pase de este valle de lágrimas para disfrutar contigo la gloria eterna en el reino de los cielos. Que así sea.

  San Juan Bosco



sábado, 28 de enero de 2023

PARA LA VISITA A NUESTRA MADRE MARÍA

 

San Bernardo nos exhorta: “Busquemos la gracia, y busquémosla por medio de María” Dice San Pedro Damiano: “Ella es el Tesoro de las Divinas gracias” Ella puede y quiere enriquecernos, y por eso nos invita y nos llama: El que sea pequeño, lléguese acá (Prov., 9, 4) Señora amabilísima, Señora sublimísima, Señora benignísima, mirad a un pobre pecador que se encomienda a Vos y confía enteramente en Vos.


¡Oh mi augusta Soberana!, la más dichosa de las criaturas y la más humilde Sierva del Señor. Yo me postro ante Vos, ¡oh Madre del Salvador!, y, lleno de confianza en vuestra bondad, os pido instantemente me obtengáis el dolor y el perdón de mis pecados, a fin de que mi alma sea purificada de todas sus manchas. Obtenedme, Virgen Santa, la gracia de estar siempre unido a vuestro divino Hijo y a Vos siendo siempre fiel en el servir a vuestro divino Hijo y a Vos, a vuestro Hijo como a Dios, y a Vos como a Madre de Dios; a vuestro Hijo como a mi Redentor, y a Vos como a Cooperadora de mi redención, ya que Vos llevasteis en vuestro casto seno el cuerpo adorable que fue inmolado por mí, y lo ofrecisteis Vos misma por mi salvación.

 San Ildefonso




sábado, 14 de enero de 2023

EVA LLORÓ, MARÍA SE LLENÓ DE JÚBILO

 

Lección del II Nocturno de Maitines

Sermón 18 sobre los santos

Hemos llegado al día deseado de la santa y venerable siempre Virgen María. Entréguese nuestra tierra, honrada con el nacimiento de una Virgen tan ilustre, a la suma exultación de júbilo. Ella es la flor de los campos, de la cual ha nacido el precioso lirio de los valles; con su parto se ha cambiado la suerte de nuestros primeros padres y se ha borrado su culpa. La sentencia de maldición: Darás a luz a los hijos con dolor, dictada contra Eva, no se aplicó a María, la cual dio a luz llena de gozo al Señor.

Eva lloró, María se llenó de júbilo; Eva llevó en su seno un fruto de lágrimas, María uno de alegría, ya que una dio a luz a un pecador y la otra a un inocente. Por la madre de nuestro linaje entró el castigo en el mundo; por la de nuestro Señor, la salvación. En Eva se halla la fuente del pecado; en María, la del mérito. Eva nos perjudicó, dándonos la muerte; María nos favoreció, devolviéndonos la vida. Aquella nos hirió, ésta nos curó. La desobediencia ha sido reemplazada por la obediencia y la incredulidad por la fe.

Pulse ahora María los instrumentos músicos, y que los dedos de la Virgen Madre hagan vibrar los tímpanos. Respóndanle gozosos nuestros coros, y que en dulce concierto nuestras voces alternen con sus cánticos. Escuchad los inspirados acentos de nuestra cantora: “Glorifica mi alma al Señor, y mi espíritu está transportado de gozo en Dios, mi Salvador. Porque miró la humildad de su esclava he aquí que desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. Porque hizo conmigo grandes cosas el que es todopoderoso, y cuyo nombre es santo”. El prodigio de una maternidad nueva ha remediado una falta que nos había perdido; el canto de María ha puesto fin a los lamentos de Eva.

Sermón de San Agustín, Obispo



sábado, 17 de diciembre de 2022

CON MARÍA EN ADVIENTO

 


María es necesaria para la salvación personal de cada hombre

El estupendo Misterio de la Encarnación significa que Jesús es absolutamente necesario para la salvación de todo hombre. Y por el mismo misterio, María era necesaria para Jesús, porque sin Ella no podría haber habido la Encarnación.

¡Pero increíblemente, más de mil millones de cristianos contra 1,3 mil millones de católicos no creen que María sea necesaria para su salvación personal! De los 2.400 millones de cristianos en el mundo, más de 1.000 millones piensan que María es un obstáculo.  Para los otros 6 mil millones de habitantes del planeta, Ella está excluida a causa del pecado de la incredulidad.

Por lo tanto, es imperativo que María sea conocida al mundo de la herejía y de la incredulidad, y que su verdadero papel sea comprendido por todos.

En primer lugar, considera que Dios el Padre, para ser conocido y amado, quiso enviar a su Hijo unigénito en semejanza de nuestra naturaleza, para que pudiéramos reconocer a Aquel de quien toda paternidad es llamada.  Pero en este plan de Dios Padre, los servicios de la Virgen María eran necesarios.  Aquel que procedió del Padre para toda la Eternidad, ahora procedió desde el vientre de la Virgen-Madre en el tiempo.  Pero esto se vuelve personal para cada hombre cuando Cristo sale del seno del Padre en el corazón y en el alma del hombre por la gracia, una procesión que depende enteramente de esa procesión humana de Jesús desde el vientre de María. Aunque este Misterio puede ser difícil de concebir claramente, es absolutamente claro que, si alguien lo negara, se excluiría de él. ¡Así pues, María es necesaria para la salvación personal!

En segundo lugar, consideremos a Cristo el Señor, Dios el Hijo. Para fortalecer la esperanza de los hombres y permitirles derrotar a su archienemigo Satanás, Cristo trabajó toda Su vida, para terminarla en el supremo sacrificio sobre la Cruz. Sin embargo, María fue su compañera y asistente en cada momento decisivo. Esa vida divina, de cuya plenitud todos hemos recibido, fue una asociación con María en su primera instancia, y una comunicación con un pobre pecador en su última instancia.  Pero para esto último, Jesús se entrega plenamente, nada menos. Así, Jesús da al pecador Su propio amor a María, y por eso Ella es necesaria para su salvación personal.

Finalmente, consideremos el Espíritu de la Verdad, a quien Jesús envió a la Iglesia desde el Padre. Esta Persona Divina que formó a Cristo en el seno de María, lo forma nuevamente de la misma manera en el seno místico de sus oraciones. Por quien Ella ora, Él trabaja, y en ningún otro. Sólo así el Espíritu Santo renueva la faz de la tierra y sólo Él puede convertir a 6.000 millones de no creyentes o a 1.000 millones de herejes en los católicos más fervientes. ¡Podemos garantizarnos definitivamente la asistencia del Espíritu Santo si nos esforzamos por hacerla conocer y amar por todos!

Que este Adviento sea nuestra ocasión, rezando al Espíritu Santo para que nos dé las palabras adecuadas para explicarlo, y unámonos a las oraciones de la Santísima Virgen María por las almas.



jueves, 8 de diciembre de 2022

ADVIENTO, TIEMPO DE PAZ EN MARÍA

 

En este tiempo de Adviento, contemplemos cómo la humildad siempre va acompañada de la Paz, ese silencio plácido que invade el alma y la hace descender a las profundidades del Inmaculado Corazón de María.


El hombre humilde calla, calla sobre sí mismo ante Dios y ante los hombres. Y este silencio lo pacifica y produce en él el desapego y la confianza. El desprendimiento de la creación y la confianza en Dios, el recogimiento en Dios. De todas las criaturas, la Virgen María es obviamente la que ha alcanzado el más alto grado de confianza en Dios, la más contemplativa y la más plácida.

Sin embargo, lo que la humildad produce en nosotros se produce de manera incomparablemente más perfecta en María.

De hecho, la paz que nuestro Rex pacificus causó en nuestras almas a través de su cruz, la causó poniendo las cosas en orden. Sin embargo, en la Virgen María no había necesidad de restaurar el orden, ya que Ella es la Inmaculada. No sólo está en paz, sino que Ella misma es completamente pacificada. Se podría decir que Ella es la paz misma.

En las letanías es llamada “La Reina de la Paz”. De hecho, Ella lleva este título en el sentido completo de la palabra: Al lado de Dios, que es la Paz, la Virgen María es una imagen de esta paz de Dios. Y entonces, a nuestro lado, la Virgen María es la causa de nuestra paz. La Virgen María es pacificada porque todo en ella está perfectamente en orden.

Cada Ecce que pronunciaba era seguido por el Fiat del consentimiento, de la aceptación. Ella era perfectamente sumisa, perfectamente dependiente de Dios. Siempre permanecía en su lugar. Nunca le negó nada a Dios. Siempre consintió, siempre aceptó. Confiaba sin preocuparse por nada. Siempre estaba en paz sin que nada la molestara o perturbara. Todas las pruebas de su vida, todas esas espadas que atravesaron su alma, a lo largo de su existencia, a lo largo de su vida con Jesús, siempre la encontraron perfectamente dispuesta, completamente en paz, inclinada a aceptar la Voluntad de Dios tal como se manifestaba. Y precisamente esto le da una majestad extraordinaria. No sólo es pacificada, es la Reina de la Paz. Parece como si el Rex pacificus le hubiera comunicado su encanto real.

La Virgen María, no sólo es completamente pacificada, sino que ella misma nos pacifica. Cuando la miramos es como cuando miramos a una reina, una mujer que nos comunica su paz. Ella nos pacifica, nos pone en nuestro lugar. Su mirada nos endereza, nos ordena, nos limpia, nos hace dependientes de Dios.

¿Crees que amar a Dios es darle algo? Dale acceso, no pide nada más. Esto es lo que hace la Virgen María. Amar a Dios es ofrecerse a la generosidad de su amor, es permitirle que nos ame. Esto es lo que la Virgen María hizo y esta es la verdadera Paz que el mundo no puede dar y que sólo la humildad enseña.








Hubo una vez una más pura que las demás en un rincón de Galilea.
Porque las otras eran puras, pero María era la flor de la pureza.
La voz eterna del Arcángel iluminó su obscuridad y su pobreza.
Ave María (le decía como nosotros le decimos), gratia plena.
Su corazón, que era un prodigio, quedó suspenso al escuchar la voz aquella.
La criatura se asombraba de ver a Dios Nuestro Señor pendiente de ella.
Adán oía entre las sombras y entre las sombras escuchaban los Profetas.
Los pobres muertos, en su patria de polvo y siglos, esperaban la respuesta.

Cuando la niña abrió los labios, el paraíso lentamente abrió sus puertas.
Y Dios bajó, para salvarnos, al vientre puro de su Madre, la Doncella.





¡Virgen y Reina Inmaculada, Corona y Gloria de la creación y embeleso de la Santísima Trinidad!



sábado, 19 de noviembre de 2022

MARÍA

 


EL PODER DE MARÍA


“El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres hijos que Ella suscitará para hacerle la guerra. Serán pequeños y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en gracias de Dios, que María les distribuirá con abundancia; grandes y elevados en santidad delante de Dios; superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino, que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo”.

 San Luis María Grignon de Monfort





LA VIRGEN AL MEDIODÍA



No tengo nada que ofrecerte,
nada que solicitarte…
Vengo solamente, ¡oh María!,
para contemplarte…,
contemplar tu rostro,
dejar al corazón que cante
en tu propio lenguaje…


Porque Tú eres hermosa,
porque eres Inmaculada,
la Mujer de la Gracia
finalmente restaurada,
la criatura en su primigenio honor
y en su florecimiento definitivo,
tal como salió de Dios
en la mañana de su original esplendor.


Inefablemente intacta
porque Tú eres la Madre de Jesucristo,
que es la verdad entre tus brazos,
y la única esperanza y el único fruto.


Porque Tú eres la mujer, el Edén
de la antigua ternura olvidada…
¡Que toda la creación te cante agradecida,
Madre de Jesucristo,
simplemente porque existes!

 

Paul Claudel




sábado, 29 de octubre de 2022

CUANDO DIGO EL AVEMARÍA...

 

Refiere el Beato Alano, en su Salterio, que una religiosa muy devota del Rosario se apareció después de su muerte a una de sus hermanas y le dijo:

"Si pudiera volver a mi cuerpo para decir solamente un avemaría, aun cuando fuera sin mucho fervor, por tener el mérito de esa oración, sufriría con gusto cuantos dolores padecí antes de morir."

Hay que advertir que había sufrido durante varios años crueles dolores.


"Que quien te ama, ¡oh excelsa María!, escuche esto y se llene de gozo: El cielo exulta de dicha, y de admiración la tierra, cuando digo Ave María. Mientras aborrezco al mundo, en amor de Dios me inundo cuando digo Ave María. Mis temores se disipan, mis pasiones se apaciguan, cuando digo Ave María. Se aumenta mi devoción y alcanzo la contrición cuando digo Ave María. Se confirma mi esperanza, mi consuelo se agiganta, cuando digo Ave María. Mi alma de gozo palpita, mi tristeza se disipa, cuando digo Ave María, porque la dulzura de esta suavísima salutación es tan grande que no hay término apropiado para explicarla debidamente, y después que hubiera uno dicho de ella maravillas, resultaría aún tan escondida y profunda que no podríamos descubrirla. Es corta en palabras, pero grande en misterios; es más dulce que la miel y más preciosa que el oro. Es preciso tenerla frecuentemente en el corazón para meditarla y en la boca para leerla y repetirla devotamente."

 

Beato Alano de la Roche, a la Santísima Virgen.





sábado, 15 de octubre de 2022

ORACIONES DE LOS SANTOS A NUESTRA MADRE MARÍA

 

¡Yo os saludo, oh María, esperanza de los cristianos! Escuchad la humilde plegaria de un pecador que os honra y os ama. A Vos os debo la vida: Vos sois mi esperanza, y la prenda de mi salvación. Os suplico que me libréis del peso de mis iniquidades, disipes las tinieblas de mi espíritu y extirpéis en mi corazón las afecciones terrestres. Reprimid las tentaciones de mis enemigos y arreglad de tal modo mi vida, que por vuestra mediación y bajo vuestra dirección, pueda yo llegar a la eterna bienaventuranza. Amén.


San Alfonso María de Ligorio



martes, 11 de octubre de 2022

11 DE OCTUBRE, MATERNIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA

 


EL CORAZÓN DE MARÍA ES EL CORAZÓN DE NUESTRA MADRE

El Corazón Inmaculado de María es el Corazón de aquella que es Madre de Dios, pero también Madre de todos los hombres. En la persona del discípulo amado, al pie de la Cruz, Jesús entregó su Madre a toda la Iglesia y a la misma humanidad:

“Hijo, ahí tienes a tu madre”

En el Corazón santísimo de María todos los hombres tienen cabida, a todos nos ama como a hijos suyos; siendo siempre para todos amor, ayuda, consuelo, fortaleza y compasión. Decía el Santo Cura de Ars:

“El Corazón de María es tan grande para con nosotros que, si reuniéramos el amor de los corazones de todas las madres, ese amor, con ser tan grande, parecería un pedazo de hielo comparado con el inmenso amor que en el Corazón de María arde hacia nosotros sus hijos”.

¿Cuál es el deseo del hijo hacia su Madre? Corresponder a su amor. Amor con amor se paga, solemos decir. Por eso la devoción y veneración al Corazón Inmaculado de María ha de ser un verdadero deseo de corresponder a su amor, de ser un fiel y amante hijo de la Virgen. El verdadero devoto de la Virgen María quiere ser santo imitándola a Ella en todo.

San Antonio María Claret se decía a sí mismo:

“Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abraza por donde pasa; que desea eficazmente y procura, por todos los medios, encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos”.



 

sábado, 8 de octubre de 2022

HUMILDAD A SEMEJANZA DE LA VIRGEN

 


Para que Dios se digne más fácilmente concederte tanto favor, toma por abogada y protectora a la Santísima Virgen. San Bernardo dice que María se ha humillado más que ninguna otra criatura y que, siendo Ella la más grande de todas, se ha hecho la más pequeña por el profundísimo abismo de su humildad. Por tal razón, María ha recibido la plenitud de la gracia y ha sido digna de ser Madre de Dios. María, al mismo tiempo es Madre de misericordia y de ternura, a la cual nunca se recurre en vano. Entrégate lleno de confianza a su seno maternal; suplícale encarecidamente que quiera obtenerte la virtud que le fue de tanto aprecio y no temas que no quiera cuidar del lodo. María pedirá por ti al Dios que cría al humilde y aniquila al soberbio; y ya que María es además omnipotente con su Hijo, será de Él ciertamente oída. Acude a Ella en todas tus cruces, en todas tus necesidades, en todas tus tentaciones: María será tu apoyo, María será tu consuelo; pero la principal gracia que debes pedirle es la santa humildad. Jamás calles ni dejes de pedírsela hasta que la hayas conseguido y no temas importunarla demasiado. ¡Oh; cuánto agrada a María esta importunidad por la salvación de tu alma y para hacerte más aceptable a su divino Hijo! Finalmente, le rogarás por su humildad, que fue causa de su elevación a la dignidad de Madre de Dios, y por su divina Maternidad, que fue el fruto inefable de su humildad, te sea siempre propicia.



Del libro "Práctica de la humildad", del 
entonces Cardenal Pecci, posteriormente S.S. 
el Papa León XIII, cuando era obispo de Perugia.





viernes, 7 de octubre de 2022

RESTAURACIÓN DE LA PRÁCTICA DEL ROSARIO

 


La malicia y envidia del demonio han contribuido, sin duda, a la menor estimación del Santo Rosario, para detener los torrentes de gracia de Dios que esta devoción atraía al mundo. Como ejemplo sirva el hecho de como decayó la Cofradía del Santo Rosario fundada por santo Domino y, por ello, la justicia divina afligió todos los reinos de Europa el año 1349 con la peste más horrible que se recuerda, la cual desde Levante se extendió a Italia, Alemania, Francia, Polonia y Hungría y desoló casi todos estos territorios, pues de cien hombres apenas quedaba uno vivo; las poblaciones, las villas, las aldeas y los monasterios quedaron casi desiertos durante los tres años que duró la epidemia. Este azote de Dios fue seguido de otros dos: la herejía de los flagelantes y un desgraciado cisma el año 1376.

Luego que, por la misericordia de Dios, cesaron estas calamidades, la Santísima Virgen ordenó al Beato Alano de la Roche, célebre doctor y famoso predicador de la Orden de Santo Domingo renovar la antigua Cofradía del Santo Rosario, que empezó a trabajar en esta gran obra después que Nuestro Señor Jesucristo, se le manifestó un día en la Sagrada Hostia: "¿Por qué me crucificas tú de nuevo?" "¿Cómo, Señor?", le contestó el Beato Alano enteramente sorprendido. "Son tus pecados los que me crucifican, le respondió Jesucristo, y preferiría ser crucificado otra vez a ver a mi Padre ofendido por los pecados que has cometido. Y me crucificas aún, porque tienes ciencia y cuanto es necesario para predicar el Rosario de mi Madre y por este medio instruir y desviar muchas almas del pecado; tú los salvarías, impidiendo grandes males, y, no haciéndolo, eres culpable de los pecados que ellos cometen" Estos reproches terribles resolvieron al Beato Alano a predicar incesantemente el Rosario.

 

Del libro; El secreto admirable del Rosario”,
de San Luis María Grignión de Montfort.