Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 18 de mayo de 2013

PREDICAR LA DEVOCIÓN A MARÍA


Por lo que mira al provecho de los fieles, dice San Anselmo que habiendo sido el Sacrosanto Seno de María el camino del Señor para salvar a los pecadores, no puede ser que al oír las predicaciones sobre María no se conviertan y se salven los pecadores. Y si  todas las gracias se dispensan sólo por manos de María y que todos los que se salvan sólo se salvan por mediación de esta divina Madre, se ha de concluir necesariamente que de predicar a María y confiar en su intercesión depende la salvación de todos. Así santificó a Italia San Bernardino de Siena; así convirtió provincias Santo Domingo; así San Luis Beltrán en todas sus predicaciones no dejaba de exhortar a la devoción a María; y así tantos y tantos.

El P. Séñeri el joven, célebre misionero, en todas sus misiones predicaba sobre la devoción a María, y a ésta la llamaba su predicación predilecta. Y nosotros en nuestras misiones, en que tenemos por regla inviolable el no dejar nunca el sermón de la Señora, podemos atestiguar con toda verdad que ninguna predicación produce tanto provecho y compunción en los puebloscomo ésta de la Misericordia de María. Digo “de la Misericordia de María” porque, como dice san Bernardo: 

“Alabamos su humildad, admiramos su virginidad, pero a los indigentes les sabe más dulce su misericordia: a la misericordia nos abrazamos con amor, la recordamos con frecuencia y más a menudo la invocamos”.

Piadoso lector, si como lo espero, es de tu agrado esta mi obrita, te ruego me encomiendes a la Virgen santa para que me dé una gran confianza en su protección. Pide para mí esta gracia, que yo pediré para ti también, quien quiera que seas que me hagas esta caridad, las mismas gracias. Dichoso el que se aferra con amor y confianza a estas dos áncoras de salvación, quiero decir a Jesús y a María; ciertamente que no se perderá.
Digamos, pues, de corazón juntos, lector mío, con el devoto Alonso Rodríguez: 

“Jesús y María, mis dulcísimos amores, por vosotros padezca, por vosotros muera; que sea todo vuestro y nada mío”

Amemos a Jesús y a María y hagámonos santos, que no hay mayor dicha que podamos esperar y obtener de Dios.

San Alfonso Mª. de Ligorio
"LAS GLORIAS DE MARÍA"

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