Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

lunes, 7 de octubre de 2013

BEATAE MARIAE VIR. A ROSARIO


¡Oh Augusta Reina de las victorias!, ¡oh Virgen Soberana del paraíso!, a cuyo poderoso nombre se alegran los cielos y tiemblan de espanto los abismos, ¡oh Reina gloriosa del Santísimo Rosario!

Desde este trono de clemencia donde estáis sentada como Reina, volved, ¡oh María!, vuestra mirada hacia nosotros, hacia nuestras familias, hacia nuestra Patria, hacia Europa, hacia toda la Iglesia, y compadeceos de los afanes que nos agitan y de los trabajos que nos amargan a vida.

Mirad, ¡oh Madre!, cuántos peligros de alma y cuerpo nos rodean, cuántas calamidades y aflicciones nos oprimen. ¡Oh Madre!, detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo indignado, y venced, con la clemencia, el corazón de los pecadores: son nuestros hermanos y vuestros hijos, que costaron Sangre al dulce Jesús y atravesaron con un cuchillo vuestro sensibilísimo Corazón. Mostraos hoy a todos según sois, Reina de la Paz y del perdón.

¡Oh bendito Rosario de María!, dulce cadena que nos sujeta a Dios, vínculo de amor que nos une a los ángeles, torre de salvación contra los ataques del infierno, puerto seguro en el común naufragio, no os dejaremos jamás. Vos nos confortaréis en la hora de la agonía y para Vos será el último beso de la vida al extinguirse. Y el último acento de los mortecinos labios será vuestro suave nombre, ¡oh Reina del Rosario!, ¡oh querida Madre nuestra!, ¡oh único refugio de los pecadores!, ¡oh soberana consoladora de los afligidos! Sed en todas partes bendita, hoy y siempre, en la tierra y en el cielo. Así sea


Virgen Santa del Rosario 
de nuestras almas amor,
aqui a tus plantas rendidos
dejamos el corazón. 

Para que solo a ti ame
lo ofrendamos en tu honor, 
y cual Reina nos dispenses 
siempre tu real protección. 

¡Salve, Salve, Virgen Pura
toda llena de bondad! ,
de este tu pueblo de Alcázar
ten siempre, Madre, piedad
mientras te aclame en la Tierra 
por su Patrona Inmortal

¡Salve, Reina! ¡Salve, Madre!
¡Salve, encanto celestial!
¡Salve, Salve, Salve!

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