Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

sábado, 1 de febrero de 2014

PRIMER SABADO DE MES (Consagración de las familias)

Os saludo, purísimo Corazón de María, con los Querubines y os ruego me alcancéis una caridad llena de amabilidad
¡Oh María, Virgen poderosa y Madre de misericordia, Reina del cielo y refugio de los pecadores!, esta familia se arrodilla hoy ante vos para consagrarse a vuestro Inmaculado Corazón. Os consagramos nuestro ser y toda nuestra vida, todo lo que tenemos, lo que amamos, lo que somos. Vuestros sean nuestros cuerpos, nuestros corazones, nuestras almas; vuestro sea nuestro hogar, nuestra familia, nuestra patria...; os escogemos hoy por nuestra Soberana y Reina de nuestros corazones, nuestra queridísima Madre, guía de nuestra vida, nuestra Protectora y Abogada y el refugio en todas nuestras necesidades, tanto espirituales como corporales. Depositamos en vuestras manos todos nuestros designios, proyectos e intereses, y no queremos tener otros que no sean los de Vuestro Hijo y los Vuestros. Queremos poner a vuestro Inmaculado Corazón en el centro de este hogar, de manera que todo lo que hay en nosotros y en derredor nuestro os pertenezca y participe de vuestras maternales bendiciones. Y para que esta Consagración sea verdaderamente eficaz y duradera, renovamos hoy a vuestros pies, ¡oh María!, las promesas del bautismo. Y en medio de esta aflicción que padece nuestra Madre la Iglesia y la agita como a nave en la peor de las tempestades, nos obligamos a profesar siempre con valor las verdades de la fe y a vivir como verdaderos católicos, defendiendo la Tradición en su secular Magisterio y trabajando en particular por la restauración del Santo Sacrificio de la Misa. Os prometemos, finalmente, ¡oh gloriosa Madre de Dios y tierna Madre de los hombres!, consagrar todo nuestro corazón al servicio de vuestro culto bendito, para pedir y asegurar, mediante el reinado de vuestro Inmaculado Corazón, el reinado del Corazón adorable de vuestro Hijo en nuestras almas y en la de todos los hombres, en nuestra querida patria y en todo el mundo, así en la tierra como en el cielo. Amén.


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