Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

domingo, 16 de julio de 2017

16 DE JULIO, NUESTRA MADRE DEL MONTE CARMELO

Tengo mil dificultades: ¡ayúdame!
De los enemigos del alma: ¡sálvame!

¡Oh Virgen Santísima del Carmen!, llenos de la más tierna confianza, como hijos que acuden al corazón de su madre, nosotros venimos a implorar una vez más los tesoros de misericordia que con tanta solicitud nos habéis siempre dispensado. Por eso a Ti clamamos en todos nuestros peligros y necesidades seguros de ser benignamente escuchados.

Tu eres la Madre de la Divina Gracia, conserva puras nuestras almas; eres la Torre poderosa de David, defiende el honor y la libertad de nuestra Patria; eres el Refugio de los pecadores, troncha las cadenas de los esclavos del error y el vicio; eres el consuelo de los afligidos, socorre a las viudas, a los huérfanos y desvalidos; eres el auxilio de los cristianos, conserva nuestra fe y proteged a nuestra Iglesia, en especial a sus obispos, sacerdotes y religiosas.

Desde el trono de vuestra gloria, atiende nuestras súplicas, ¡Oh Madre del Carmelo! Abre vuestro manto y cubre con él a todos. Te pedimos el acierto para los magistrados, legisladores y jueces; la paz y la piedad para los matrimonios y familias, el santo temor de Dios para los maestros, la inocencia para los niños, y para la juventud una cristiana educación. Apartad de nuestra Patria los terremotos, epidemias y calamidades, alejad de nuestros mares las tormentas y dad la abundancia a nuestros campos y montañas. Sé el remedio de los enfermos, la fortaleza de las almas atribuladas, la protección especial de los moribundos y la redentora de las almas del Purgatorio.

 Óyenos, ¡oh Madre Clementísima del Carmen! y permite que vivamos unidos en la vida a la confesión de una misma fe y la práctica de un mismo amor al Corazón Divino de Jesús, y podamos ser trasladados de la patria terrenal a la Patria inmortal del cielo en que te alabaremos y bendeciremos por los siglos de los siglos. Así sea.


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