Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

lunes, 26 de marzo de 2018

DEVOCIÓN DE LOS SIETE DOLORES DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA (Meditaciones para cada día de la semana para acompañar y desagraviar Su Inmaculado Corazón)


El Rosario de los Siete Dolores

LUNES

Acto de Contrición

V.- ¡Oh Dios ven en mi auxilio!
R.- Señor, apresúrate a socorrerme
Gloria al Padre…

Segundo Dolor de María Santísima
La huida a Egipto

Pasemos a considerar la segunda espada de dolor que hirió a María Santísima en la huida a Egipto que tuvo que emprender con su Hijo, el infante Jesús, por la persecución de Herodes.

MEDITACIÓN

Cuando oyó Herodes que había nacido el Mesías esperado, temió neciamente que le iba a arrebatar su reino. Esperaba el impío que los Reyes Magos le trajeran noticias de donde había nacido el Niño Rey a fin de quitarle la vida, pero al verse burlado por ello, ordenó la matanza de todos los niños de Belén. Por eso el Ángel se apareció en sueños a San José y le mandó: “Levántate, toma el Niño y a su Madre, y huye a Egipto” (Mt. 2, 13) Y entonces comprendió la afligida María que ya comenzaba a realizarse en su Hijo la profecía de Simeón, viendo que, apenas nacido, era perseguido a muerte. Qué sufrimiento el del Corazón de María oír que se le intimaba la orden de ir con su Hijo a tan duro destierro. Es fácil imaginar lo mucho que María sufrió en este viaje. Era grande la distancia hasta Egipto, trescientas millas requerían un viaje de treinta días. El camino era escabroso, desconocido y poco frecuentado, el clima desapacible. María era doncella, joven y delicada, no acostumbrada a semejantes viajes. ¿Dónde pernoctarían durante tan largo viaje con doscientas millas de desierto, sino sobre la arena? Vivieron en Egipto siete años. Eran forasteros desconocidos, sin rentas, sin dinero, sin parientes. Apenas podían sustentarse con sus modestos trabajos hechos a mano. Opina Landolfo de Sajonia (y sirva esto para consuelo de los pobres), que María vivía allí tan en la pobreza que alguna vez pasaron hambre sin tener ni un bocado de pan que darle a su Hijo. Ver a Jesús y María con San José andar por el mundo como errantes y fugitivos nos debe mover a vivir también en la tierra como peregrinos, sin apegarnos a los bienes que el mundo ofrece, como quienes pronto lo tendremos que dejar todo y pasar a la vida eterna. Nos enseña además a abrazar la cruz, pues no se puede vivir en este mundo sin cruces. Amemos y consolemos a María acogiendo dentro de nuestros corazones a su Hijo, que todavía es perseguido y maltratado por los hombres con sus pecados.

Padrenuestro… Siete Avemarías…

Versículo: ¡Oh María, Madre mía!, dadme de vuestro dolor, para haceros compañía en la muerte de mi Dios.

Dios te salve, Reina…

OREMOS

¡Oh Dios!, en cuya Pasión, de acuerdo con la Profecía de Simeón, una espada de dolor traspasó el Alma Dulcísima de María, Virgen y Madre gloriosa; conceded a nosotros que conmemoramos y reverenciamos vuestros dolores, sintamos el bendito efecto de Vuestra Pasión, Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.

Se concluye con tres Avemarías en honor de las lágrimas derramadas por Nuestra Señora en sus Dolores.

Extractos de textos de “Las Glorias
de María” de San Alfonso Mª de Ligorio



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