Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

lunes, 30 de abril de 2018

LOS DONES DE MARÍA

Me acojo, ¡oh María!, bajo tu amparo; se la guía y el modelo de mi vida interior

¡Oh María! ¡Son tantos los dones y gracias que Tú quieres hacer a las criaturas! Y ¿quién no querrá recibir tales dones? Pero no somos perseverantes en quererlos, y Tú, ¡oh Madre amorosa!, no regalas tus dones a los hijos que nos los aprecian altamente y que los tirarán, porque entonces tendrías que castigarles convenientemente. ¡Oh María! Tú quieres darme tus dones, pero yo me hago indigno de ellos, porque quiero mezclar y juntar mis dones con tus dones. Yo querría tus gracias, pero también quiero mi voluntad, y así no puedo poseerlas. Querría tu benevolencia, pero al mismo tiempo deseo el amor y la benevolencia particular de las criaturas, y así no puede ser. Querría mi amor y tu amor juntamente, y por eso no puedo poseer tu amor. Querría vivir bajo tu manto y también bajo el manto de mis comodidades. Pero no es justo, como dijo tu Hijo, que bajo una cabeza coronada de espinas, se muevan, miembros delicados. Ciertamente, no es justo, ni es justo que tus hijos vivan con sus caprichos bajo tu manto, ¡oh Madre Dulcísima, que tanto te humillaste!

¡Oh María! ¿Qué cosa podría darte y ofrecerte que te agradase? Si te ofrezco mi voluntad, temo que no te agrade, porque no es conforme a la voluntad de Dios. Si te ofrezco el entendimiento, no está iluminado; si te ofrezco el afecto, lo encuentro impuro. Pero te ofrezco el Corazón de tu Hijo Unigénito: Madre, un regalo mayor no puedo hacerte.

Santa Mª Magdalena de Pazzis



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