Y esa lágrima parece decir; ¡oh Madre mía! Decid qué deseáis; todo lo mío es también vuestro ¿Esta concedido; Jesús ha sido ganado! ¡Ha sido tocado en su punto flaco! Ahora pide; lo obtendrás todo, absolutamente todo lo que sea conforme a la gloria de Dios y no perjudique a tu salvación. ¿No es consoladora y confortante esa certeza de ser oído y esa seguridad de poder decir; yo puedo alcanzarlo todo de mi Divino Salvador y Él no me puede negar nada? Pruébalo, y experimentarás que no es ficción piadosa sino dulce realidad. En las penas, en las tentaciones, ve a Jesús con esta simple expresión: "Jesús, aquí tenéis a vuestra Madre!

lunes, 21 de mayo de 2018

MARÍA Y LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO

¡Qué dichosos los Apóstoles que pudieron orar junto con la Virgen!

Preparación.- Los Apóstoles y discípulos se retiraron al Cenáculo para prepararse allí con la Santísima Virgen, a la venida del Espíritu Santo. Examina esta preparación:

a) Primero se retiran, porque el retiro y la soledad es donde Dios se comunica con las almas. A Dios no le gusta hablar en medio de las cosas del mundo y si habla, con ese ruido no se le oye ni se entiende bien su voz. Ama mucho el retiro, el silencio, la soledad de tu alma, donde quiere el Señor hablarte.

Por eso, esta soledad no sólo ha de ser exterior, sino interior, acallando otros pensamientos, negocios, impresiones, asuntos que traigas entre manos. Mira si no será esa, muchas veces, la razón de tus faltas en la oración y el poco provecho de la misma. ¿Sabes retirarte exteriormente e interiormente? ¿Sabes poner silencio en tu alma a todo lo que sea ajeno a la oración?

b) Se retiraron a orar todos a una. La oración es la solución para todo. Cristo nunca se dispensaba de ella. Oró en el Cenáculo, en el Huerto, en la Cruz misma. Orando encontró el Ángel a la Virgen en su Anunciación. Los Apóstoles, por indicación de la Virgen, se retiraron a orar. También a ti te llama diariamente. ¿Cómo respondes? ¿Eres alma de oración? ¿Acudes a ella a buscar luz, consuelo, fuerza?

c) En compañía de la Virgen. ¡Qué dichosos los Apóstoles que pudieron orar junto con la Virgen! Ella dirigiría la oración. Ella daría ejemplo de fervor. Sólo con mirarla a Ella, se disiparía el cansancio, la tibieza, las distracciones. Pero, ¿es qué tú, si quieres, no puedes hacer lo mismo? ¿Por qué no oras con María, mirando a María, aprendiendo de María? Haz un poco de examen y pregúntate si al comenzar y al continuar y al concluir la oración la haces con la Santísima Virgen. Aprende aquí también a tener devoción a la oración común. ¡Cómo agrada a Dios!, ¡cuán provechosa es!

d) Finalmente, fíjate en la constancia. El Espíritu Santo no descendió sobre ellos hasta pasados diez días en continua oración. ¡Pronto nos cansamos de orar! Queremos conseguirlo todo en seguida y si no, viene el desaliento, la desilusión. ¡Qué falta de perseverancia! Pídesela a la Santísima Virgen. Que no un día, ni dos, sino siempre, sea tu oración fervorosa y así será eficazmente santificadora. 




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